viernes, 24 de septiembre de 2010

Alegorías orientales

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Mi gusto por la cultura china me ha llevado a encontrarme con una canción que quiero compartir con vosotros.

Una historia que nos enfrenta a las contradicciones de nuestra naturaleza social, condición vital que choca contra nuestra individualidad a veces hasta extremos muy dolorosos.

Dos tigres solitarios.

Dos tigres solitarios
huyen corriendo.

Huyen corriendo.

Uno no tiene orejas,
al otro le falta la cola.

¡Qué extraño!
Verdaderamente extraño.

¿Huyen acaso uno del otro? ¿Les ha llevado su condición de solitarios al punto de no soportar la cercanía de un congénere, a tan brutal agresión?

Los dos alegóricos personajes, mutilados, huyen tal vez de sí mismos, aterrados de forma impropia para tan fiero animal por la fragilidad de su mundo, tal vez aterrados aún más por creer que no hay escapatoria a su conflicto interior. Vulnerada su fiereza y su integridad por su propia inflexibilidad y por las voces de los niños.

Reflexionemos ante esta enigmática pieza, que nos acerca al entendimiento de la filosofía oriental así como de nuestra propia humanidad.

LiangZhiLaoHu


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miércoles, 15 de septiembre de 2010

El precioso patio ajardinado del ego gilipollas a la luz de las estrellas

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Hablamos de nuestras vidas como líneas que a veces se cruzan, o no, o parecen paralelas un rato, o lo que sea. Asumiendo vivir en dos dimensiones.

Se habla mucho sobre los universos paralelos, sobre qué pasará en otro casi igual, distinto en un rascarse de alguien hace siglos que hizo nuestros mundos completamente diferentes.

¿Y qué pasa con los universos perpendiculares? ¿Y qué si lo que podría haber sido o estar siendo, es por un instante un casi todo que se cumple en dos universos que no vuelven a parecerse en nada jamás?

Seguirían siendo tan distintos como siempre, tan distintos como cada uno con respecto a sí mismo, una vez que para nosotros la ficción de tiempo lo hace desaparecer todo tan rápido como viene a ser.

Pero eso no es destrucción: es continua novedad.

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A la mierda. Que quería verte, pero en fin, pásalo bien.

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domingo, 5 de septiembre de 2010

Por el camino más largo, capítulo n+1

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Y se sentó a mirar crecer las plantas hasta que le llovió una collejaca y se puso en marcha. El camino era infinito, y sin embargo cada instante no podía ser de otra manera, de modo que nada había que hacer.

Paró en el siguiente pueblo, y le preguntó al cabrero, que fue a quien primero se encontró:
-Buenas, vengo de allá, a ver si aquí hay cosas para mi equipaje, ¿qué me dice usté?
-Muy buenas. Mire, ¿ve todo eso?, es el pueblo.
-Ya. Pues gracias, hombre, encantado- y siguió hacia la plaza, recordando las palabras que le dijera el Maestro.

En este pueblo lo encontró antes de lo que esperaba.

Parpadeó, recordando el error para evitar esperar algo en adelante. Cómo se le había podido pasar ese detalle tanto tiempo. Nunca el nivel permitido de emoción había bajado tanto, y hubiera sido como siempre de forma irreversible, como para dejar de difrutar algo de fascinación cuando esto le pasaba. Y era un juego de lo menos peligroso, pues cada vez estaba más claro y cabía menos posibilidad de confusión, contra lo que pudiera parecer, entre el juego y una fascinación malsana. Pues la fascinación era cada vez más evidentemente inadecuada dada la cantidad de veces que se encontraba una vez más con la curiosa forma de surgir el orden en que había de renunciar a sus errores, a todos.

Lo no conducente, lo superfluo, y la paradoja del imposible juego que surge automáticamente había dejado de ser origen de frases con algún sentido para él.

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