lunes, 24 de octubre de 2011

Abrazos sin hueso

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¿Huesudo yo? ¡Qué va!
Tengo raspas.
O un solo hueso, como las jibias o las sepias, eso estaría bien.
Para que se afilen los periquitos.
Así no tendría nunca problemas de articulaciones.

O ser un pulpo directamente, sin hueso alguno, para caber por todas partes.
Un pulpo de esos que se camuflan.

Estaría bien.

Pensado desde aquí puede dar asco, pero si fuera un pulpo me daría igual.
A lo mejor me darían (más) asco las personas.
Comería pececillos vivos,
miraría el mar desde abajo con ojos de pupilas en forma rara.
Sería muy inteligente pero no sabría hablar.

Ya hoy buceo bajo la presión, a media luz, en una especie de cansancio azul
como el de después de una fiesta muy gorda cuando amanece y no hay nadie y estás demasiado cansado para hacer balance, pero de un apacible buen humor.
No sé explicarlo. Los pulpos tampoco saben escribir.

Digo cansancio, pero no es un humor que me agote. Lo que pasa es que es algo para compartir, ya sabes que no me gusta comérmelo todo solo.
De no poder compartirlo me canso, y cuando no puedo hacerlo en mucho tiempo, después viene el sentir que no tengo con quién compartir y eso sí que cansa mucho.

Hoy tengo un humor diferente, nada más.

Como aún no soy un pulpo, sigo tendiendo a una vista racional sobre los estados de ánimo, a observarlos, y si hace falta, escribir sobre pulpos, o dibujar, crear cosas...

Compartir los estados de ánimo también puede ser un arte, es igualmente difícil e inasible. Una posibilidad mutante, a un tiempo resbaladiza y caprichosamente adherente. Una necesidad bajo presión, camuflable e invertebrada. Un pulpo callado que huye en una nube negra cuando menos lo esperas, asustado de tanta estupidez.

lunes, 3 de octubre de 2011

Cacao para todos

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Gente cándida que cree confiar en que todo es exactamente como lo siente y además confunde sentir con imaginar lo que le gustaría ver.