Zuigan se decía a sí mismo todos los días: “Maestro.”
Entonces se respondía: “¿Si, señor?”
Tras lo cual añadía: “Debes ser sobrio.”
De nuevo contestaba: “Si, señor.”
“Y después de esto” continuaba, “no te dejes engañar por los demás.”
“Si, señor; si, señor” respondía.
(Mumonkan)