miércoles, 30 de julio de 2008

El anhelo de Maërandor I

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Junto a un lago del Norte le eché un ojo de nuevo a ese atajo, la vía directa entre intención y acción. Los fenómenos son el vacío, el vacío es los fenómenos... Salí del bosque al anochecer, corriendo sin hacer ruido bajo mi capa élfica (comprada al peso a unos mercaderes que me hicieron un justo bajo precio dada mi condición), hasta un camino transitado que llevaba a la Puerta (de Brandemburgo), donde me desvié hasta las orillas de otro de los muchos lagos de aquéllas tierras, más allá del pequeño templo Haradrim, hasta el lugar donde había quedado con Methamir y Andrilth para regocijarnos con la cerveza local. Pero no bastó la agradable velada para animar mi espíritu.

No me faltaba como antes la sensación de libertad. Podía hacer cuanto quisiera con el mundo a mi alrededor, y veía claramente las posibilidades. Pero esta vez eso no me ayudó; en aquel paraje lejano me sentía igual de solo y cautivo que en mi prisión de aquí, y tan desconocido al regresar como allí. Sí, podía hacer todas esas cosas que sabía que podía hacer, y muchas otras, pero sólo quería realmente hacer una que no estaba en el menú, inhibida la posibilidad por el hechizo de algún pérfido enemigo de Ulmo.

1 comentario:

Isabel Tejada Balsas dijo...

"...en aquel paraje lejano me sentía igual de solo y cautivo que en mi prisión de aquí, y tan desconocido al regresar como allí."




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