domingo, 5 de septiembre de 2010

Por el camino más largo, capítulo n+1

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[...]

Y se sentó a mirar crecer las plantas hasta que le llovió una collejaca y se puso en marcha. El camino era infinito, y sin embargo cada instante no podía ser de otra manera, de modo que nada había que hacer.

Paró en el siguiente pueblo, y le preguntó al cabrero, que fue a quien primero se encontró:
-Buenas, vengo de allá, a ver si aquí hay cosas para mi equipaje, ¿qué me dice usté?
-Muy buenas. Mire, ¿ve todo eso?, es el pueblo.
-Ya. Pues gracias, hombre, encantado- y siguió hacia la plaza, recordando las palabras que le dijera el Maestro.

En este pueblo lo encontró antes de lo que esperaba.

Parpadeó, recordando el error para evitar esperar algo en adelante. Cómo se le había podido pasar ese detalle tanto tiempo. Nunca el nivel permitido de emoción había bajado tanto, y hubiera sido como siempre de forma irreversible, como para dejar de difrutar algo de fascinación cuando esto le pasaba. Y era un juego de lo menos peligroso, pues cada vez estaba más claro y cabía menos posibilidad de confusión, contra lo que pudiera parecer, entre el juego y una fascinación malsana. Pues la fascinación era cada vez más evidentemente inadecuada dada la cantidad de veces que se encontraba una vez más con la curiosa forma de surgir el orden en que había de renunciar a sus errores, a todos.

Lo no conducente, lo superfluo, y la paradoja del imposible juego que surge automáticamente había dejado de ser origen de frases con algún sentido para él.

[...]

3 comentarios:

...contradicción en esencia. dijo...

Lo que más me gusta de lo que escribes es que mientras leo imagino... lo que me da la gana. Y asi, cada vez que vuelvo a hacerlo.
Me encanta... puedo interpretar tus palabras a mi manera, una y otra vez, de forma distinta.
Un besete.

Maërandor dijo...

En el fondo siempre es así, no? :) Besote

Anónimo dijo...

de eso trata....un gran abrazo!