miércoles, 16 de marzo de 2011

Sobre la docencia y la decencia

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Hoy ha venido un chico nuevo a meditar y charlar, y se ha ido contento. Me ha hecho sentir muy bien... ¡ah, el ego...!

Ha dicho que se notaba que lo que decía no lo decía por haberlo leído, y lo triste es que suele hacerse así. Sólo se puede enseñar bien lo que se comprende, no hablando de oídas.

Es una estafa. La gente cree que ha obtenido algo, y se limita luego a repetirse palabras que no se treducen en un cambio o mejora reales. El cambio real requiere valor, por eso uno no busca hasta que la situación es desesperada, igual que los pueblos no se revolucionan si comen bien y están entretenidos. Muchas revoluciones no hubieran saltado si se hubieran mantenido los precios y el acceso a la comida en niveles aceptables.

Alguien quería discutir conmigo sobre la pomada.

(Un maestro le preguntó una vez a un ministro que fue al templo:
A que vienes?
A lo que todo el mundo, supongo, dijo
Pues no viene la gente a lo mismo. Generalmente no quieren cura, quieren alivio. Es muy distinto: la cura duele, la liberación se nota después. Pero primero hay que tragarse lo amargo. ¿Tú qué quieres, la pomada o la amarga medicina?)

Ella decía que es una elección digna. Y lo es, pero siempre que sea una elección de verdad, no confundiendo la cura con la pomada. Era más fácil para mí aguantar un poco de dolor y aliviarlo parcialmente con pomada cuando tenía hemorroides. Pero empeoraron, y decidí operarme. El posoperatorio fue horrible, ¡pero ya nunca más!

Se vende el alivio como solución, y se traga por costumbre. Con algo de sentido crítico veríamos que así cargamos con los problemas de siempre, tal vez maquillados.

La gente va a misa, se confiesa y comulga, y se van con la "conciencia tranquila". Pero obrar según los preceptos es otro cantar.

Pues yo he hablado de eso y como siempre, se ha ofendido alguien.

"Es que necesitamos también las cosas mas simples". ¡Todo es simple! ¡No hay secretos!
Aunque obviamente haya que empezar por algún sitio.

Se dice en el zen que si uno tiene un pegote de mierda en la nariz todo le huele mal. Hay que lavarse la cara, nada más. Con las legañas es igual, no se ve claro, pero es sólo cosa de lavarse.

Ahora, tras cinco años, empieza a dejar de darme vergüenza enseñar tai chi chuan.

Si cuando empecé hubiera sabido lo que me faltaba para saber de qué hablaba me hubiera esperado.
No me sentiría bien si dejase de formarme y aprender. No vale decir "como yo sólo enseño iniciación, basta con saber lo básico". Es como el que quiere dar clases de piano yendo una lección por delante del alumno. Hay que ir muy por delante, y hay que estar comprometido con llegar hasta el final. Si no, transmites algo parcial, atascado, que no comprendes y difícilmente puedes aplicar bien.

Entiendo a quien está en ese punto porque yo empecé así, y no me gusta que me hayan engañado, la verdad, aunque por suerte haya podido encontrar el camino después.

Todos tenemos que seguir aprendiendo, y reconocerlo, de lo contrario mal aprenderemos.
Es cuestión de admitirlo, y desde ahí cada cual con honestidad reconoce su nivel real en cualquier campo.

Si fuera de "maestro de tai chi" y un día llegase alguien y me diese dos tortas, y no supiera cómo defenderme, me las habría ganado. Lo que no puedo es decir "no, es que a mí sólo me interesa la parte espiritual"... Bah. ¿Qué es eso de negociar la Vía, y quedarse sólo con una parte?
Las alumnas a veces me dicen que no quieren saber las aplicaciones marciales de los movimientos porque de todas formas no se van a pelear. El tai chi no va de pelearse, entonces, ¿para qué saber llaves? ¿O hacer trabajo por parejas?
Pues es sencillo. Donde hay un cuerpo vivo hay un uso del ese cuerpo. Ese trabajo hace falta para comprobar hasta qué punto he aprendido los principios más que de boquilla o como una coreografía.

Imagina que te doy un papel que dice que tienes una casa. Lo mismo me da que sea la mismísima escritura, si luego vive otra persona allí y no la puedes echar. ¿Puedes usar la casa? ¿No? Pues no es tuya, te han engañado. Si la puedes usar y vives en ella, es tu casa aunque no lo diga un papel.

Imagina un coche de juguete. Le llamamos "coche" por convención, pero el añadido "de juguete" implica que no lo es, es una réplica de un coche en el mejor de los casos. Tiene la forma, pero no el motor ni la función.

Como decía Chen Man Ching, estudiar tai chi es estudiar el Tao, las principios que rigen nuestro universo como personas con un cuerpo que cargamos de acá para allá, en relación a un entorno y como parte de él. Es algo serio. Y no se respeta, no porque los alumnos sean idiotas, sino porque hay ignorantes que se han engañado y les han engañado demasiado tiempo.

Cuando te rascas la costra de comodidad y accedes a otro nivel, se ven cosas siempre nuevas y maravillosas. Como el buen Tui Shou, sin engañarse. Sin fuerza, pero vívido. Aprendiendo desde la previa rendición. Invirtiendo en pérdidas mientras reímos como niños en los charcos.

Ciertas cosas gratas requieren trabajo. Como tocar un instrumento, cuando sabes tocar y expresarte de verdad, uf... pero requiere tiempo y trabajo previo. Si prefieres la manivela de un organillo, bien, pero te pierdes algo maravilloso que puede cambiar tu vida.
Si no te interesa más que moverte de manera lenta, yo te enseño encantado: entre otras cosas es relajante y eso en sí ya es muy beneficioso. Pero te aviso de que hay más, para que lo sepas. Y luego ya veremos.

Y tras dejar esto claro en mis clases, sigo con lo básico, que con ese nuevo enfoque de intención se puede aprovechar mejor. Nada más. Lo que me niego es, si me pagan por enseñar tai chi, a enseñar bailes de salón.

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